Cómo Paula pasó de sentir que hacía un sacrificio por la familia, a sentir que hacía un aporte

Días antes de la celebración de su matrimonio Paula estaba con los nervios de puntas, aun no encontraba los zapatos perfectos, tenía que hacer los últimos ajustes del vestido ya que con la emoción había bajado algunos gramos.

Ella tenía 29 y Javier, su futuro marido 35 años. Ambos tenían la suerte de ser profesionales, ella abogada y él ingeniero. En esa época Paula trabajaba como asesora en un bufete de abogados y tenía a dos personas a su cargo. Su futuro marido por su parte trabajaba como subgerente en una empresa de minería.

Uno de los últimos ajustes que tenía que hacer para que todo saliera perfecto el día de su matrimonio tenía que ver con conversar con Javier sobre qué régimen de bienes económico elegirían al momento de firmar la libreta, esto es, si optarían por compartir lo económico o cada uno con lo suyo. Para tener esa conversación Paula pensó que sería importante que revisaran sus propias experiencias personales de crianza, cómo ellos mismos habían sido cuidados por sus padres, si en su casa ambos padres trabajaban o alguno de ellos estaba más presente en casa. En la conversación coincidían en que, de ser padres, probablemente alguno de los dos estaría más presente algunos años para los hijos venideros. Para Paula era vital esta conversación sobre el cómo se organizarían durante el matrimonio sobre todo en la parte económica ya que si alguno asumía en mayor medida un rol de cuidados, su patrimonio y desarrollo profesional se vería necesariamente afectado.

Así lo entendía ella desde su experiencia como Abogada litigante de derecho de Familia. A diario se encontraba con la realidad de muchas mujeres que, al término del matrimonio, quedan en desventaja en lo patrimonial por el hecho de haber postergado sus desarrollos profesionales y no acumular patrimonio.

Quisieron hacer una ceremonia civil y luego una fiesta. La idea era demostrar y ratificar su amor frente a la familia, amigos y seres queridos.

Sin embargo, nunca imaginó que ese día sería el día más rebelde de su vida.

En Chile, a diferencia de otros países de LATAM pasa algo muy curioso, la mayoría de las mujeres profesionales eligen como régimen de bienes el de separación total. Es decir cada uno con lo suyo. Paula no tenía idea que estaba innovando sin saberlo, ya que elegieron finalmente un régimen de bienes de espíritu colaborativo, esto es, que todo lo ganado durante el matrimonio se repartiría entre ellos de formas similares. Pues bien, cuando la funcionaria del Registro Civil mencionó a viva voz en la ceremonia el régimen de bienes que habíamos escogido, uno de los amigotes de Javier le gritó en broma “te están fregando”. Fue incómodo, Paula trató de ignorarlo, lo interpretó como un broma de mal gusto y no iba a dejar que la afectara esa noche tan importante, sin embargo al día siguiente se puso a pensar en el trasfondo de ese comentario.

En primer lugar, sentía el comentario como ofensivo porque daba cuenta de la poca confianza en su capacidad de generar dinero y éxito y escondía la idea de que al hombre necesariamente le iría mejor económicamente en el matrimonio. En segundo lugar, aun cuando fuese así su realidad, daría cuenta que el costo de la maternidad lo tendría que asumir sola y que ser mantenida sería “abusar” de su marido.

Pasaron tres años antes de que Paula y Javier decidieran ser padres. Disfrutaba mucho la vida de pareja que tenían y sabían que un hijo cambia la vida. Salían con amigos, viajaban a donde quisieran, ambos tenían una cómoda situación financiera. Se repartían los gastos de forma proporcional a sus ingresos y disponían de una cuenta común que ambos ocupaban para los gastos de la casa.

Al momento de nacer su primer hijo, la vida de Paula se revolucionó en un mil por ciento. Tanto el nacimiento como los primeros meses no fueron fáciles. Ser mamá primeriza tiene sus desafíos. Aproximadamente a los 3 meses diagnosticaron a su hijo con alergia alimentaria, lo que implicó un cuidado adicional de su parte en su alimentación. Afortunadamente dada su condición pudo extender algunos meses la licencia postnatal que en Chile es de seis meses. Sin embargo, al término de la licencia, se le hizo imposible regresar a su antiguo trabajo. En el Estudio Jurídico en el que trabajaba a veces podían quedarse hasta las 10 de la noche preparando un proceso por lo que era absolutamente incompatible con la vida de mamá primeriza.

Afortunadamente Javier para ese entonces tenía un buen puesto de trabajo, ya había ascendido a una gerencia, lo que les permitió tomar la decisión que Paula renunciara. “Mi profesión de Abogada me permitirá tener clientes free lance y atenderlos de manera flexible” pensó. Encontraba momentos para trabajar desde casa entre las siestas de su hijo, recuerda haber llevado almohaditas para la leche en las primeras reuniones con los clientes. Su mente funcionaba en varios frentes, cuidando a su bebe, preocupada de las cosas de la casa y con algunos ingresos derivados de casos de derecho de familia. Siempre fue difícil calibrar cuántos casos tomar, ya que al estar al cuidado de su hijo ese “equilibrio” fácilmente podía derrumbarse. Durante ese tiempo que ejerció free lance se ocupó siempre de pagar sus cotizaciones previsionales, era imprescindible para poder pavimentar un eventual segundo embarazo protegida económicamente con licencia maternal.

Su hijo empezó a repuntar, ya estaba más grande y ella con una maternidad más empoderada se permitió explorar nuevas alternativas laborales. Fue así como entró a trabajar en una consultora de recursos humanos donde pudo descubrir nuevos talentos en ella. Partió colaborando en algunos contenidos, luego siguió como relatora y luego directora académica de varios programas de liderazgos. Al fin encontraba algo que la apasionaba y le traía retribución económica. Trabajó hasta prácticamente la última semana antes que naciera su segunda hija.

Como su experiencia anterior de parto no había sido la mejor, esta segunda vez, junto a Javier se prepararon para ello. Tomó varios cursos, cuidó su alimentación durante el embarazo, practicó yoga, todo lo que le permitió vivir el parto natural de sus sueños. Sentía que tenía que disfrutar a mil esta segundo y última maternidad. Como a los once meses de nacida su segunda hija, Paula empezó a sentir esa sensación de querer salir de casa, volver a retomar conversaciones intelectuales, volver a conectarse con las neuronas en un ambiente profesional. Fue así que se propuso abrir una oficina propia de abogada. Recuerda haber llevado todo lo necesario para ambientarla, un florero, su planner, también su tazón y muchos lápices sharpie. A esas alturas con Javier tenían absolutamente claro que no tendrían más hijos. En su mente solo había una sensación de, al fin, no tener más interrupciones en su carrera laboral. Quedaban más de 40 años laborales para dedicarme a lo de ella pensaba ¿qué podría pasar? Se preguntaba. Pues bien, sólo alcanzó a ir a su nueva oficina 4 días, ya que llegó la pandemia.

Su marido para esos momentos acababa de asumir un nuevo cargo en una multinacional. Su cargo además era de aquellos de primera necesidad, por ende por más que Paula envisionara un brillante futuro laboral, fue obligatorio volver a casa a encerrarse durante 12 meses. Cuidó a sus hijos, realizó todas las tareas domésticas, contuvo emocionalmente la incertidumbre de la pandemia, acompañó a sus dos hijos preescolares en el home school, entre otras labores.

Si bien estaban sanos, en Paula rondaba una sensación de rabia y de frustración. Se hacía la pregunta ¿cuándo le tocaría a ella brillar en su trabajo? Era un momento complejo para ellos como pareja, sentía poco reconocimiento en su rol de cuidado y mucha frustración por no estar desarrollándome profesionalmente.

Fue en esos momentos en que recordó la conversación inicial, la que habían tenido antes de casarse. En lo económico los dos estaban trabajando en equipo y cada uno aporta a la familia desde la forma en que puede hacerlo, por ahora Javier aportaba en la parte económica y ella en la parte de los cuidados. Lo clave es que el éxito económico es legalmente compartido ya que habían escogido un régimen de comunidad de viene, es decir, tenía la certeza que, aun cuando no estaba generando ingresos propios, Paula estaba segura que legalmente lo que habían construido también era fruto de su esfuerzo. Tener esta certeza le permitió alinearse con todos los desafíos que la pandemia trajo y salir más cohesionados como pareja después de ese difícil momento.

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